Me fui para el sur de Costa Rica que es precioso, y me quedé en la finca de un amigo que es hippie. Pero cuando yo les digo hippie, estoy hablando de algo extremo. O sea, la finca de él es autosostenible, él ni siquiera sale de ahí, tiene absolutamente todo, y para él todo el mundo exterior es un monopolio, y todos son unos corruptos y ladrones. Entonces cuando llegué le dije a mi amigo: “Vea guapo, tengo un problema, el chiquillo que me gusta me dijo que va para Pavones, una playa en el sur de Costa Rica, y yo no conozco esa parte. Me gustaría ir, pero necesito que me expliques cómo llegar en bus porque yo realmente no sé cómo salir de acá”. Y me dijo: “Cuál bus Cata, yo acá tengo una moto, nada más déjeme cambiarle las luces y usted se la lleva tranquila”. 

Me monté en la moto con mi backpack y me fui. Como a los 60 km me paró el policía de tránsito y me dijo: “Señorita, ¿su licencia?”. Y yo le respondí: “Aquí está”, mientras se la entregaba. Luego me dijo: “¿Los papeles de la moto?”. Y pues me levanté de la moto, abrí el asiento y vi que no estaban los papeles, y pensé rápido: “¿Qué hago, Catalina? Aquí tienes que planear alguna estrategia”. Entonces la Estrategia No.1 en la que pensé fue en ligarmelo, echarle el cuento al papi. Coqueteando. 

Empezar a hablarle de forma sexy mientras le coqueteaba: “Ay señor oficial, no tengo los papeles, no sé qué me pasó, pero yo le prometo que esta moto no es robada.  Es que aquí todo es tan diferente, hasta los oficiales como usted. Porque en San José no son así, pero aquí son todos guapos. Pero está bien, si usted decide llevarme a la cárcel, por lo menos pasemos por un cafecito primero, como para que nos de energía para el día”. Y me recordé que, definitivamente, lo sexy lo dejé en la placenta, sos malísima flirteando y que fácilmente él podía preguntarme: “Muchacha, ¿qué esa cara que usted me está haciendo?. ¿Usted se está aguantando un pedo?”. 

Entonces mejor opté por la Estrategia No. 2: ponerme a llorar mientras decía:  “Señor oficial, perdóneme, perdóneme, perdóneme. Yo no lo vuelvo a hacer, yo no sé qué me pasó, yo le prometo que esta moto no es robada, en serio, vea que yo soy honesta, yo ando el bultito, yo lo que quiero es ir a conocer Costa Rica”. Y me dijo: “Muchacha, es que yo no la puedo dejar ir. Va a pasar por cinco puestos más de seguridad y le van a quitar la moto”. Y le dije: “Por favor no me haga eso, yo le prometo que ahorita mismo me regreso”. Y así logré solventar la situación, y regresé a la finca de mi amigo mientras apreciaba la parte del Golfo Dulce de mi país que es tan espectacular. Es una vista divina, y por eso me he estrellado tantas veces en moto, porque yo me pongo a contemplar la vista y cuando me doy cuenta, me fui de boca. ¡Es un milagro! ¡Es un milagro que yo tenga dientes!

Me devolví a la finca y le dije a mi amigo: “Pedazo de cabrón, casi me quitan la moto por tu culpa. ¡No están los papeles! ¿Cómo se te ocurre hacerme esto?” Yo básicamente le hice un desmadre. No encontramos los papeles, y a él le dio un poco de pena y me dijo: “Llevate mi carro Cata, pero no tiene aire acondicionado”. Y pues estaba bien, yo me podía aguantar. Y me siguió diciendo: “El radio no le funciona, las puertas de atrás no abren, las de enfrente hay que cerrarlas muy fuerte, las ventanas no tienen vidrio, las escobillas no funcionan muy bien si llueve fuerte, y además, no podés usarlo de noche porque no le sirven las luces”. O sea, ¿qué le servía a ese carro?. Y siguió: “Pero el carrito está fuerte, y sí le aguanta todo viaje. Lo único es que tendrías una semana para devolvermelo Cata, porque tengo que hacerle su servicio técnico”. 

Y pues yo a pesar de todo, me fui en el carro, y al montarme y empezar a andar, le vi la agujita en la E de échele gasolina y dije: “Ay Dios mío, esperemos que la aguja esté mala”. Y lo que hice fue que le metía toda la velocidad, y después lo ponía en neutro para irme deslizada porque según yo gastaba menos gasolina. Pero ustedes no saben, yo en ese carro me sentía patinando por todo lado. ¡Fue una aventura total! ¡Me quedé varada! Tuve que pedir ride, me salí por la ventana porque nunca pude abrir la puerta, me monté en uno de esos camiones que llevan fruta, me llevaron a la gasolinera, llené el bote de gasolina, me devolví al carro y largué.

Ya llevaba dos banderas rojas: primero que me devolvieron con la moto y segundo que me quedé sin gasolina en el carro. Y para colmo me empezó a llover, yo hasta hice un video que puse en las historias de Instagram, con toda la intención de tener algo para que la gente me creyera cuando les contara. ¡Era un desmadre! Terminó de llover, seguí avanzando y llegué a la parte donde es todo lastre, y ese carro se iba de un lado a otro, yo me sentía como en Ace Ventura. ¡Era un desastre! Yo llegué con mocos de tierra, deshidratada, se me fueron las luces, el pelo tieso, ¡no valía nada! Llamé al chiquillo y le dije: “Mi amor, ¿a qué hora viene?” y me dijo: “Cata, no pude llegar, llego mañana”, o sea, la cuarta bandera roja. 

Me quedó perfecto, porque yo estaba hecha una mierda, entonces así tenía tiempo para bañarme, alistarme y arreglarme. Me fui al hostal, y cuando entré a la habitación había puros hombres alemanes, por los cuales yo tengo una debilidad fuerte. A mí me encantan, son románticos, guapos, súper cariñosos, protectores y lo que más me gusta de ellos, es el pasaporte. Esa visa entra a casi todos los países libremente, entonces yo decidí ya hace un tiempo que me voy a casar con un alemán. ¡Un alemán es el amor de mi visa! 

Aparte de alemanes, eran surfistas, o sea yo me quería morir. Yo decía: “Dios mío, ¿qué hago? Yo solo con verlos quería comérmelos a todos”. Y me empezaban a venir esos pensamientos impuros cuando uno de ellos me dice: “¿Querés tomarte una cerveza?” Y se fue Catalina a tomarse las cervezas, pero yo ya estaba un poco nerviosa. Yo ya estaba preocupada porque sé que soy débil a la carne. ¡Yo lo sé! ¡Yo necesito fuerza! Y empecé a entrar en esta discusión del angelito de un lado y el diablito del otro lado. El angelito me decía: “Catalina, usted está conociendo al hombre que viene camino a verla. Él se ha  portado bien con vos, es buena gente, llevan rato de estar saliendo. No te cagues en todo”. Y el diablito me decía: “No toque Catalina, entre. ¡No sea tan estúpida! Recuerde todas las veces que usted ha pasado necesidad. ¡Hágalo! ¡Hágalo por las mujeres de Costa Rica, hágalo por las mujeres en general! ¡No sea tan idiota!”

Y el angelito respondía: “Catalina, no sea tan suelta. Deje de ser una mujer de moral distraída. Carajo, no importa que no se haya hablado de exclusividad, ¿por qué no se queda quieta?”. Y el diablito también respondía: “Qué se anime, qué se lance”. Y el angelito: “¡Catalina, no es posible! ¡No podés hacer esto, esto es demasiado, compórtese, usted puede aguantar, tenga fuerza!”. Así que al final me decidí a no pecar, yo me decía: ¡Eres grande, Catalina, eres fuerte! ¡Estoy muy orgullosa de ti. Así que tomé el último culito de cerveza, y muy digna me fui, porque si yo seguía tomando, me aflojaba toda.

Cuando iba de camino al cuarto llamé a una de mis mejores amigas, por que necesitaba intervención, y le dije: “¡Macha, usted no sabe lo que me acaba de pasar! Acabo de dejar al polvo más guapo de todo el universo. Yo sé que yo le prometí que si yo tenía una buena oportunidad yo no la iba a dejar pasar porque uno nunca sabe si esa es la última vez, pero es que yo no sabía qué hacer. No se imagina, estoy a punto de devolverme. ¿Qué hago amiga? Tengo la pipí parada”. Entonces mi amiga, que está más loca que yo, me decía: “Respire Cata, todo está en la respiración, respire amiga, tranquila. Respire hondo y fuerte, que el oxígeno te llegue al cerebro. ¡Ya se te va a bajar la pipí, amiga, ya se te va a bajar! Piense en elefantes rosados, piense en su papá, piense en lo que necesita”. Y funcionó. Se me bajó la pipí.

Así que me fui para mi habitación, me acosté a dormir en mis mejores prendas porque uno nunca sabe, pero me acosté pegada a la pared para evitar problemas. Claro, yo pasé soñando toda la noche que el alemancito amaneciera en mi cama, pero el sueño no se me cumplió. Al otro día me levanté y me dije: “Hoy es un día nuevo, que no me aparezcan estos hombre en paños recién salidos de la ducha, porque me enfermo”. Me llama el chiquillo que me gusta y me dice: “Cata, ya llegué.” Y yo no cabía de la emoción. Nos fuimos a la playa, estabamos muy románticos en la arena y me surgió esta curiosidad de si le pregunto o no le pregunto si andamos en serio o no, claro que para saber si nos podemos portar mal. 

El asunto era que yo no  quería arruinar el momento, lo único que yo quería era consumar nuestro amor, en la arena, en el mar, donde sea. ¡Para eso yo había llegado! Pero no me aguanté y cometí el error de preguntarle, y me dijo:  “No, Cata, es que vos como que sobre pensás mucho las cosas, a mí me gusta eso de ser libre, dejá de pensar tanto las cosas. La verdad es que yo creo que me quiero quedar solo por un buen rato”. Y le respondí: “¿Ni en un tiempo? ¿Así como en el 2045 tampoco?” Y me dijo: “No Cata, yo creo que me quiero quedar solo un buen rato”. Evidentemente, Catalina sin pensarlo, salió corriendo de regreso al hostal para buscar el papacito alemán delicioso, y adivinen qué: ¡Se me fue la visa, se me fue! El chiquillo hizo que perdiera la visa alemana. 

Moraleja: Mujeres nunca, nunca, nunca dejen pasar la oportunidad.