Amiga, tenés derecho a sentir y a aceptar tus emociones

“Sea siempre positivo”, “siempre ponga su mejor cara a las dificultades” 

Ese es el mensaje que vemos en todas partes. Incluso todas conocemos a alguien tan tan positivo, que parece que anda drogado de lo eufónico que es. 

Yo me pregunto: ¿cómo hacen? Mínimo que me comparta lo que está tomando. 

Pero las verdaderas preguntas que todas nos deberíamos hacer en estos casos son ¿esto es saludable? ¿Nos funciona o nos ayuda? ¿Cuál es el problema con la gestión de emociones? 

Es que pareciera que el mundo nos dijera que no tenemos permiso de sentir algo diferente a la felicidad. Desde que somos pequeñas y a lo largo de primaria, el cole y la u, no nos enseñan en ningún momento a manejar nuestras emociones. 

Nadie te dice qué hacer cuando estás triste ni cuando estás enojada. No te explican cómo manejar una situación de divorcio o el que te sean infiel. ¿Y ante un duelo o una pérdida? Nadie nos enseña, todo lo aprendemos en la calle, a lo que Dios quiera, a puro modo de supervivencia. 

Si las emociones no son gestionadas, expresadas ni procesadas se somatizan y se convierten en enfermedades. Por eso, lamentablemente es tan común ver personas con gastritis, migraña, úlceras, dolor de espalda, ansiedad, depresión y, en casos mucho más fuertes, enfermedades inmunes y fibromialgia. 

Entonces ¿de verdad creés que este comportamiento, esta actitud y metodología es saludable? ¿Creés que sea real y sostenible? 

Está bien no estar bien

Yo tengo derecho a sentirme triste y a sentirme enojada. Las emociones tienen un propósito, hay que sentirlas y vivirlas. Tampoco me refiero a vivir en el pesimismo pensando que todo es malo, porque cualquiera de los dos extremos no es saludable, ni te hace bien ni te ayuda a crecer. 

Entonces ¡procesá tus emociones! 

Si sentís dolor, decilo. ¡Sacalo del cuerpo en voz alta y que salga! 

Y si estás enojada, decilo. Resulta que a las mujeres nos educan y nos enseñan a transformar la ira en dolor. Por eso has visto en películas que por cualquier cosa las mujeres lloran; si se rompen una uña lloran y andan llore que llore por todo lado. 

En cambio a los hombres les enseñan al revés, a transformar el dolor en ira. Así que por todo quieren agarrarse a golpes y se ponen violentos por cualquier cosa. 

Pero a las emociones hay que ponerles nombre y apellidos, sentirlas y procesarlas.

Así que por favor, ¡no más a ese eterno positivismo!  No es real y no es sostenible.