¿Sos de esas personas que quieren tener un montón de cosas pero al final como que no salen? 

¿O sos de las que te autosaboteás y posponés con el cuento de “empiezo mañana, empiezo mañana”?¿O arrancás con un fuerzón y luego te desmotivás o te da pereza? 

Te voy a enseñar la técnica de disciplina al niño malcriado. 

Imaginate a un niño súper caprichoso, malcriado, que se tira al piso y se revuelca. El que llora, patalea, hace cosas terribles, ese que te hace pensar “nunca voy a tener hijos”. Un niño malcriado marca diablo. 

Ahora que te lo imaginaste, pensá que ese niño es el equivalente a tu cerebro. 

Te doy un ejemplo: vos tenés un hijo o un sobrino y le decís “mi amor ¿ya te lavaste los dientes?” La respuesta automática del niño es: “sí mamá, ya me los lavé” y se va corriendo. “Mi amor, venga, déjeme verle los dientes” y el chiquillo se resiste pero al final se los ves y los tiene negros. 

“No mamáaaaaa, no quiero, ya me los lavé” en medio de gritos, mocos y llantos. 

¿Qué pasa si no obligás a ese niño a lavarse los dientes? Cuando sea adulto no va a tener y va a andar chimuelo por la vida. 

Nosotras tenemos cerebros chimuelos a los cuales tenemos que obligar a que se “laven los dientes”, porque a ese niño malcriado hay que darle disciplina y a nosotras como adultas nos corresponde obligarlo a hacer las cosas, obligarlo a que se lave los dientes. No siempre vamos a estar motivadas,  pero tenemos que estar disciplinadas. 

Entonces, ¿qué hace ese niño malcriado y rebelde cuando lo obligás a hacer algo?

Tirarse al piso, revolcarse, quedarse dormido, hacer malacrianza, querer posponerlo y prometer que empieza mañana.  

Grabatelo: nosotras somos las responsables de que nuestro cerebro no se convierta en un niño chimuelo, es nuestra responsabilidad y obligación forzar a este niño a que haga las cosas.