Ustedes no se imaginan lo que me pasó. Estaba viviendo en el centro de Florencia con siete italianos, era un total despiche. Todos cocinaban delicioso, pero la que cocinaba a diario era yo. En Italia suelen pasar muy seguido las olas de polen, exactamente como pasa en los bosques lluviosos con las olas de mosquitos, pero con polen. Me levanté un día como de costumbre y todos se fueron a trabajar, me decían: “Ciao bella. ¿Quieres que te lleve al centro?” Y yo les respondí: “No, yo camino porque quiero hacer ejercicio, ya que hemos comido mucho.” 

Pero no gente, lo que uno ve en la calle no se lo puede perder, y por eso yo caminaba todos los días por 20 minutos de ida y 20 minutos de regreso para satirear. En Italia habían unas cafeterías donde venden cigarros y los italianos suelen pasar a tomarse un shot, como si fuera un shot de tequila, pero de café, y luego siguen caminando. Entonces el ganado se junta en ciertos puntos. Aprovechando esto, Catalina lindísima y divina se prepara para caminar frente a ese montón de bistecs encebollados que esperaban ser comidos por una devora carnes latina que estaba lista para aprovechar su oportunidad.

Iba caminando hacia ellos, lindísima y divina, veo entre todos e identifico el que me gusta tirándole la mirada matadora. Agarré porte, saqué culo y tetas, me paré como una hormiga, iba jugando de rica en mi máxima expresión mientras me voy diciendo: “Catalina, como lo practicamos en el espejo”. Por que yo esto sí lo practiqué en el espejo, caminaba como  Bündchen  en una de las últimas 50 pasarelas que ha hecho. Vuelvo a ver, le tiro otra mirada al elegido, y se me fue metiendo una pelota de polen en el ojo. Y empecé a pestañear y a tocarme los ojos como loca. No olvido la cara de pena ajena de mi hombre, y menos la vergüenza que me dio a mí porque por jugar de rica me vi como si estuviera teniendo un ataque.