¡Hola, amiga! Hoy vengo a contarte el secreto de la eterna juventud.
Mirá, hay muchas cosas que aprendemos por nuestra cuenta cuando somos adultos, y realmente nadie nos enseña. Cosas tan básicas como lavarse el cabello. Todos lo hacemos solo cuando está muy sucio o cuando el champú no hace espuma. Le echamos y le echamos, en vez de hacerlo correctamente: un poco de champú, lavo, un poco más y vuelvo a lavar; y eso debería hacerse al menos dos o tres veces.
Son esas cosas simples que nadie nos enseña, y una de las más importantes y fundamentales es respirar. ¡Sí, respirar! Ese es el secreto de la vitalidad, y la mayoría de nosotras no sabemos cómo respirar de manera correcta porque lo hacemos en modo automático.
Quiero enseñarte a respirar bien para que puedas liberar el estrés, oxigenar tu cuerpo y darle la oportunidad de curarse a sí mismo. Te ayudará a despejar la mente y a sacarte un poco esa sensación de cansancio extremo.
¿Querés tener más energía?
Probá hacer una respiración profunda y prestá atención a cómo lo haces.
Normalmente, respiramos metiendo la pancita y sacándola al exhalar. Pero en realidad, ¡hay que hacer lo contrario!
¡Mirá qué contradicción! Cuando respiramos de la manera habitual, haciendo ese movimiento de meter el estómago, en realidad estamos reduciendo el espacio para que el cuerpo agarre oxígeno. O sea, nos hacemos chiquititas en lugar de dejar que nuestros pulmones se expandan y se llenen de aire.
¿Cuál es la forma correcta?
Al inhalar, inflás y sacás la panza, y al exhalar, desinflás el estómago.
Esto te va a ayudar un montón. Hacelo cuando sientas que estás perdiendo los estribos, la paciencia, o cuando quieras gritar. Y si te sentís cansada, hacé esto unas cinco veces durante tres minutos.
Si no dormís bien, si te sentís agotada al levantarte, ¡respirá profundo! Hacé el experimento un par de veces al día y fijate si te ayuda.
Ahora ya conocés el secreto. ¡A ponerlo en práctica!
Guía para Dejar de Ser Víctima de las Excusas y el Autosabotaje
por BOCA ROJA | Ene 17, 2022
¿Sos de esas personas que siempre quieren tener un montón de cosas, pero al final no salen?
¿O quizás te autosabotearás y siempre posponés todo con ese cuento de “empiezo mañana, empiezo mañana”? ¿Arrancás con muchas ganas, pero después te desmotivás o te da pereza?
Hoy te voy a enseñar la técnica de “disciplinar al niño malcriado” que llevamos dentro.
Imaginate a un niño súper caprichoso, malcriado, tirándose al piso y revolcándose. Ese que llora, patalea, y hace un drama que te hace pensar: “Nunca voy a tener hijos”. ¡Ese niño es un verdadero diablillo!
Ahora que te lo imaginaste, pensá que ese niño es tu cerebro.
Te doy un ejemplo: tenés un hijo o un sobrino y le decís: “Mi amor, ¿ya te lavaste los dientes?” La respuesta automática es: “Sí, mamá, ya me los lavé”, y sale corriendo. Pero cuando lo llamás de nuevo y le pedís que te muestre los dientes, el chiquillo se resiste, pero al final le mirás la boca y, ¡sorpresa!, ¡tiene los dientes todos negros!
“No, mamáaaa, no quiero, ya me los lavé”, mientras llora y hace un berrinche.
¿Y qué pasa si no obligás a ese niño a lavarse los dientes? Cuando crezca, ¡va a andar chimuelo por la vida!
Nosotras tenemos cerebros “chimuelos” que necesitamos obligar a que se “laven los dientes”, porque a ese niño malcriado hay que darle disciplina. Y como adultas, nos toca obligarlo a hacer las cosas. No siempre vamos a estar motivadas, pero sí tenemos que ser disciplinadas.
Entonces, ¿qué hace ese niño malcriado y rebelde cuando lo forzás a hacer algo?
Se tira al piso, se revuelca, se queda dormido, quiere posponerlo y promete que empieza mañana.
Grabate esto: somos responsables de que nuestro cerebro no se convierta en un niño chimuelo. Es nuestra responsabilidad y obligación forzar a este niño a que haga lo que tiene que hacer.