Cuando te mirás al espejo, es muy fácil empezar a ver esas cosas que te gustaría cambiar. Te pones a pensar que podrías estar más fit. Te imaginas con esa pancita más plana o, ¡uff! si tus nalgas fueran puro músculo, bien firmes. Y eso se puede lograr con unas series de abdominales y sentadillas.
Pero, pará un segundo. ¿Te has puesto a pensar si también estás ejercitando esos músculos que no se ven, como el del alma, el espíritu y la mente?
Mucha Práctica y Muchas Espinacas
Te vas caminando por la calle y de repente te cruzás a Popeye, ¡ese sí que tiene unos músculos grandotes! Pero, ¿sabías que antes era flaquillo y un poco desgarbado, como muchos de nosotros? Decidió levantarse y hacer ejercicio todos los días. Si le preguntás, seguro te dirá que al principio solo hacía unas cuantas repeticiones y nada más. Pero, sumado a unas buenas vitaminas y mucha espinaca, ¡se transformó!
¿Cuál es el secreto de Popeye? La práctica constante.
Ahora, te cuento qué pasa si empezás a ejercitar también tus otros músculos:
Músculo Mental
Este es clave, porque es la vocecita que nos habla todo el día. Es súper importante aprender a identificar esos pensamientos que nos sabotean, esos que son negativos y pesimistas. No se trata solo de darse cuenta, ¡hay que entrenarlo para cambiar la mentalidad! Empezá a decirte cosas como: “La vida no es tan mala, tengo trabajo. Sí, tengo pancita, pero estoy saludable y me siento bien”.
Tenés que enfocarte en pensamientos positivos, crear buenos hábitos mentales y nutrirte con cosas que te hagan sentir bien. Si querés estar en una buena vibra, alimentá ese músculo mental y practicalo. ¡Es algo que se puede aprender!
Músculo Espiritual
Este músculo es la conexión que tenés con tu interior. No hablo de religión ni de dioses específicos; es simplemente esa parte de vos misma con la que te conectás. Podés llamarlo Dios, Universo o simplemente “yo”.
Meditar es una forma increíble de ejercitarlo. Es tu espacio para estar sola, tener una charla profunda con vos misma y oxigenar tu cuerpo. Ahí es donde respirás, soltás y te permitís ser.
Músculo del Alma
Este músculo es fundamental y muchos no se dan cuenta de su importancia. Se desarrolla cuando ayudás a otros. Es el músculo del agradecimiento, pero ese agradecimiento que va más allá de solo palabras.
El agradecimiento verbal es del músculo mental; el del alma se cultiva con acciones. Se trata de hacer cosas por los demás sin esperar nada a cambio. No buscas ningún beneficio, simplemente es una expresión pura y sincera de amor.
Son esos pequeños gestos: abrirle la puerta a alguien o invitar a almorzar a quien lo necesita. Hacer algo que realmente te nace del corazón.
Entonces, ¿qué te parece si de ahora en adelante nos enfocamos en ejercitar no solo el músculo físico, sino también el mental, el espiritual y el del alma? ¡Vamos a ponernos en forma por dentro y por fuera!